Como si la capa que es el universo material no
le alcanzara para contenerla, la humanidad le ha cosido un sinfín de bolsillos
que ha llenado de imposibles. Como si la realidad fuera insuficiente para
satisfacer su desaforada necesidad de expresarse, la mente humana la ha
utilizado como materia prima para moldear sus criaturas simbólicas: artesanías de
sueños, de terrores y de placeres. La realidad de los monstruos y de las maravillas
generadas por la imaginación humana se burla del empirismo. El poder de estos
engendros, que no pisan la tierra pero dejan huellas mucho más profundas que la
de cualquier bicho de zoológico, es el poder innegable que otorga el símbolo.
En estas páginas, que también son etéreas, unos
y ceros vestidos de letras dibujarán los contornos esquivos de algunos de estos
hijos del sueño. La mano que bosquejará estos retratos carece del pulso científico
y enciclopedista pero intentará adornar el amor que siente por las
monstruosidades. Acotado como las posibilidades de la imaginación humana será
este recorrido porque los seres míticos se duplican, se multiplican y son
polisémicos. El conjunto de las criaturas imposibles forma un animal
mágico con la propiedad de cambiar su fisonomía de acuerdo al ojo que lo espíe.
Toda monstruosidad puede mutar para transformarse en el avatar de un nuevo
concepto, toda maravilla figurada por la mente humana es capaz de contener en
sí misma al universo entero, toda criatura es un aleph. Por lo tanto, nuestro
dibujo siempre estará incompleto; toda hoja en la que decidamos plasmar el
contorno imposible de un ser que demuele los principios biológicos nos será
escasa. Siempre se escaparán por los márgenes. Siempre habrá mil historias que
no se contarán, que quedarán olvidadas, quizás otras voces nos ayuden a completar
este mosaico de piezas infinitas en la bizantina catedral de los miedos y anhelos del alma humana.
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