lunes, 16 de abril de 2012

Madre de monstruos


Como si la capa que es el universo material no le alcanzara para contenerla, la humanidad le ha cosido un sinfín de bolsillos que ha llenado de imposibles. Como si la realidad fuera insuficiente para satisfacer su desaforada necesidad de expresarse, la mente humana la ha utilizado como materia prima para moldear sus criaturas simbólicas: artesanías de sueños, de terrores y de placeres. La realidad de los monstruos y de las maravillas generadas por la imaginación humana se burla del empirismo. El poder de estos engendros, que no pisan la tierra pero dejan huellas mucho más profundas que la de cualquier bicho de zoológico, es el poder innegable que otorga el símbolo. 

En estas páginas, que también son etéreas, unos y ceros vestidos de letras dibujarán los contornos esquivos de algunos de estos hijos del sueño. La mano que bosquejará estos retratos carece del pulso científico y enciclopedista pero intentará adornar el amor que siente por las monstruosidades. Acotado como las posibilidades de la imaginación humana será este recorrido porque los seres míticos se duplican, se multiplican y son polisémicos. El conjunto de las criaturas imposibles forma un animal mágico con la propiedad de cambiar su fisonomía de acuerdo al ojo que lo espíe. Toda monstruosidad puede mutar para transformarse en el avatar de un nuevo concepto, toda maravilla figurada por la mente humana es capaz de contener en sí misma al universo entero, toda criatura es un aleph. Por lo tanto, nuestro dibujo siempre estará incompleto; toda hoja en la que decidamos plasmar el contorno imposible de un ser que demuele los principios biológicos nos será escasa. Siempre se escaparán por los márgenes. Siempre habrá mil historias que no se contarán, que quedarán olvidadas, quizás otras voces nos ayuden a completar este mosaico de piezas infinitas en la bizantina catedral  de los miedos y anhelos del alma humana.

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